Un 74% del territorio español está en riesgo de desertificación. Noticias como esta aparecen cada vez más a menudo en los medios. A menudo están acompañadas por historias que relatan las consecuencias de esta desertificación, como erosión de los suelos, falta de agua, o pérdida de biodiversidad.
Desertificación vs. Desierto
Pocas veces se explica qué significa que una tierra se «desertifique», y cuál es la diferencia con un desierto. Este último es un ecosistema que se ha desarrollado a lo largo de milenios, en general en regiones áridas, con pocas precipitaciones y escasos habitantes humanos, pero pueden albergar mucha vida, tanto vegetal como animal. Un paisaje desertificado, en cambio, es uno cuyas características han mutado rápidamente, perdiendo su capacidad para albergar vida y su rendimiento productivo. Mientras que el clima y bioma de un desierto son estables a lo largo del tiempo, un terreno desertificado está en un proceso de transformación, pasando de un estadio útil para los humanos, a uno en el que no podemos hacer uso de el.
Entendemos entonces que el problema de desertificación es uno de pérdida de las capacidades, de algo que antes funcionaba de una forma, y ahora no. ¿Cuáles son las causas?
Causas y consecuencias de la desertificación
Algunas de las principales causas de la desertificación de tierras son la deforestación, la agricultura intensiva, y el sobrepastoreo. Estas actividades en general dejan el suelo desnudo, compacto, y reducen su capacidad para retener agua. Se le puede sumar también el uso irresponsable de los recursos hídricos, como ríos y napas subterráneas, y los incendios forestales, que si bien no son necesariamente causados por los humanos, en muchos casos son consecuencia de políticas forestales inadecuadas.
El proceso de desertificación comienza generalmente con suelos desnudos, que han sido sobreexplotados y han perdido la capacidad de regenerar su vegetación por si solos. Al estar desnudos, las lluvias y el viento arrastran fácilmente el poco material fértil que queda en su superficie, reduciendo más aún su fertilidad y potencial para la vegetación. Esto genera un círculo vicioso, como puede verse en la figura.
¿Se puede revertir?
Si, se puede revertir, pero no es un proceso fácil.
Primero, porque reforestar o renaturalizar el territorio es de por sí complicado. Se debe estudiar dónde y cómo hacerlo, para evitar causar más daños que los que se intenta solucionar; reponer el material fértil de la tierra; seleccionar especies nativas para plantar y cuidar de los árboles y plantines mientras son jóvenes. Todo ello requiere tiempo, trabajo y dinero.
Pero inclusive un estupendo trabajo de reforestación, no garantiza que el problema no se presente otra vez en el futuro. Si la desertificación tiene origen en nuestras actividades, a menos que las cambiamos, volveremos a la misma situación luego de un tiempo. Necesitamos construir un futuro que no nos lleve por el mismo camino. Cómo hacerlo, lo discutiré en la próxima entrada.