Cuando hablamos de restauración de paisajes, nos referimos ante todo a un proceso que devuelve la vida a la tierra. Y no solo la vida sobre la superficie, como las plantas, los animales e insectos, sino la que vive también bajo la tierra, incluyendo bacterias, hongos y millones de seres invisibles a simple vista. Y finalmente, la vida de las personas que habitan allí.
Comencemos entonces definiendo qué es un paisaje:
[Un paisaje] es una zona o región, tal como es percibida por gente local o por visitantes, cuyas características y propiedades visibles son el resultado de la acción de natural y/o cultural (o sea, humana)
Convención de Paisajes del Consejo de Europeo
En esta definición, los humanos somos relevantes no solo al definir qué es el paisaje, sino también cómo. Un valle con un bosque es distinto a uno poblado y cultivado, no tanto por sus características geológicas, sino por cómo ha sido alterado al ser habitado. Alteramos la superficie visible, pero también la forma en que en esta impactarán los fenómenos naturales, como lluvias, vientos, migraciones de animales, etc.
Estos efectos pueden tener consecuencias regionales y hasta globales. Por ejemplo, si se altera la capacidad de la tierra para absorber y retener lluvia, esto puede afectar las reservas subterráneas de agua, los cauces de los ríos cercanos, y finalmente, el agua disponible a cientos de kilómetros de distancia. También se acumulan con el tiempo, y algo que al principio apenas parecía un problema estacional, se manifiesta luego de años en paisajes desolados, tierras desertificadas, extinciones masivas de especies, y finalmente pone en riesgo nuestra propia supervivencia. Es difícil medir las consecuencias de nuestras acciones, si no sabemos dónde y cuándo observar.
Cuando hablamos de «restaurar el paisaje», entonces, nos referimos primero a entender los efectos que tienen nuestras actividades en él, cómo nuestra cultura se conecta e interactúa con la naturaleza, y luego, intentar reducir y revertir sus efectos no deseados. Pero no es simplemente reforestar una colina, o adoptar cultivos de cobertura en nuestras granjas. Debemos observar y medir las consecuencias de nuestras acciones, reaccionar a los cambios negativos, y reforzar las acciones que traen cambios positivos. Lo que queremos es restaurar la vida y la naturaleza en forma sostenible, en armonía con nuestras actividades humanas. Necesitamos cambiar nuestros comportamientos para evitar que estos efectos se repitan.
Es una transformación de nuestras comunidades, nuestras actividades económicas, y del accionar de cada individuo. Debemos reevaluar los valores y sistemas que hemos aprendido, como el crecimiento económico a toda costa, o la idea de bienestar y éxito basados en la acumulación, y buscar nuevos valores, que nos permitan desarrollarnos como seres humanos sin destruir nuestro entorno. De eso se trata restaurar el paisaje y la comunidad.
¿Cómo conseguimos esa transformación? Eso será el tema de futuras entradas.